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EL PAIS

Un total de 212.124 espectadores visitan el Valencia Street Circuit durante todo el fin de semana.

Una vista del circuito y, al fondo, las terrazas llenas de la calle de J. J. Dómine– CARLES FRANCESC

 

Esta vez sí. Una marabunta se apoderó ayer de la zona del Marítim desde primeras horas de la mañana. El público, entre los que había asistentes o no al gran premio, acudió en masa al circuito urbano valenciano, que se estrenó a lo grande con la celebración de la primera carrera puntuable para el campeonato del mundo de Fórmula 1.

Los había de todas las edades, sexos y confesiones. Parejas de novios y matrimonios bien avenidos, grupos de amigos, padres con hijos e hijos con padres. Los unos vestidos de rojo, es decir, de Ferrari. Siempre hay seguidores de Ferrari allá por donde vaya el circo de la Fórmula 1. Los otros, en plan anuncio humano de una conocida empresa de telefonía móvil, en apoyo al líder del mundial, Lewis Hamilton, de McLaren. Algún despitado fan de Kubica, por ejemplo. Y el resto, bien de azul, bien de naranja, recuperaba de la memoria lo grande que llegó a ser Renault, escudería con la que Fernando Alonso consiguió dos títulos mundiales. Eran, los seguidores de Alonso, la inmensa mayoría. Había, así pues, muchísimos españoles. Y, entre éstos, una mayoría de valencianos que por primera vez se aproximaban a la F-1.

Entre todos llenaron las gradas del Valencia Street Circuit, que -salvo algunos huecos en determinadas zonas- presentó un aspecto inmejorable tras una entrada más bien floja los dos primeros días de pruebas. Según la organización, un total de 212.134 espectadores han asistido al Gran Premio de Europa durante los tres días de la prueba. Evidentemente, ayer fue el día de mayor asistencia. Entre aficionados y miembros de los equipos, Valmor contabilizó un total de 115.123 personas. La capacidad en tribunas, sin contar los palcos para invitados VIP, supera las 112.000 localidades.

La aglomeración en torno al puerto, así como dentro del mismo circuito, fue aprovechada por los siempre avispados carteristas, que preveían ponerse las botas a costa de los aficionados al motor. La Policía Local practicó, al menos, 17 detenciones en las inmediaciones de la zona y en el interior del circuito por hurto de carteras.

Y aunque sí hubo muchos aficionados de a pie, escasearon los VIP de renombre. Pese a los esfuerzos de algunos por subir a Valencia en el carro del glamour que mueve este circo de la Fórmula 1, el Gran Premio de Europa todavía no puede alardear de semejanzas con el de Mónaco, pese a su proximidad al mar y la llegada de yates de lujo. No ha habido ni tantos yates ni tantos personajes susceptibles de llenar el papel cuché.

Las principales atracciones eran producto nacional. Léase Marta Sánchez o Paz Vega. Además de cantantes y actrices hubo muchos políticos, deportistas, artistas variopintos o estrellas de la prensa del corazón, como Carmen Martínez Bordiú y su esposo, José Campos. Alejandro Agag y Ana Aznar, yerno e hija del ex presidente del Gobierno, José María Aznar, también asistieron. Como era de esperar, pues Agag es socio de Adrián Campos, ex piloto y empresario en esto del automovilismo. Estuvieron, asimismo, todos los políticos locales que quisieron y pudieron. Y otros tantos nacionales, incluido el presidente del PP, Mariano Rajoy -que contempló la carrera desde el edificio Veles e Vents junto al presidente de la Generalitat, Francisco Camps y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá- y el ex secretario general, Ángel Acebes. De entre los deportistas destacó el legendario piloto de F-1 Niki Lauda. También asistió el piloto de motociclismo Sete Gibernau, así como futbolistas del Valencia -los que no estaban convocados para la final de la Supercopa en Madrid- y del Villarreal, caso de los internacionales Cazorla o Nihat. Además, tanto el presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, como el del Valencia, Vicente Soriano, estuvieron en el gran premio antes de verse de nuevo en la final que enfrentaría a sus equipos en la capital.

Con una discreta mascletà, el Valencia Street Circuit puso punto final a su primera gran fiesta con un público encantado por el espectáculo. Lo de regresar a casa no resultó tan divertido. El calor y el cansancio se sumaron a las largas caminatas y las largas colas para poder subirse a un taxi, un autobús o un metro. Algunos ni siquiera paraban, pues muchos llegaban ya rebosantes de personal a sus paradas. Hubo usuarios osados que ni siquiera pagaron por el servicio.

 

 

 

 

 

 

 

 

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